domingo, mayo 31, 2009

La importancia de los ojos de un dentista

El viernes fui al dentista.

Mi dentista no es especialmente simpático, la verdad. Aunque supongo que eso tampoco importa mucho. Pero para los que no nos gusta ir, pues encima tener a un dentista que no es precisamente la alegría de la huerta, como que te anima menos.

Por suerte, casi nunca me toca con él, sino con su ayudante. Lo curioso es que cada vez que voy, tiene a una ayudante nueva. No se si porque yo voy muy de vez en cuando, o porque le duran poco. Imagino que mitad y mitad...

No sé vosotros, pero yo siempre que me siento en el sillón, y le dan al botoncillo para echar el respaldo para atrás, me acuerdo de la novela de A. Christie, La muerte visita al dentista. Supongo que los mecanismos del cerebro son algo de lo más curioso.

El caso es que una vez tumbado, con la boca abierta y sin mucho más que hacer salvo sujetar el aspirador para la salivilla, yo suelo entretenerme en observar los ojos de quien está toquiteándome los dientes. Entre releer una y otra vez la marca del foco o eso, prefiero lo segundo.

Y llegamos al meollo de la cuestión: la importancia de los ojos de un dentista. Porque no todos los ojos son iguales. Ni tampoco miran igual. Y eso, que en el día a día normalmente es algo que pasa totalmente desapercibido, cuando estás bastante rato con tiempo para fijarte, es importante.

Por eso digo que no me cae bien mi dentista. Porque no me gusta como miran sus ojos. Y, sin embargo, me gusta como miran los ojos de su ayudante. Quizás no sirva de nada, y realmente no marque una diferencia en lo que al proceso de toquiteo dental se refiere. Pero a mi me parece que si. Estoy convencido de que es posible establecer una relación entre la forma en que un dentista observa, y la forma que tiene de trabajar. Mientras mi dentista parece que mira con desgana, su ayudante parecía buscar la forma más considerada de actuar. No sé, quizás son paranoias mías.

¿Y vosotros? ¿Os fijáis en los ojos de vuestro dentista?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ayer realicé mi visita anual a mi particular "carnicero de Rostov" con una curiosidad galopante por verle los ojos.
Creo que no debería haberlo hecho. Apenas me senté, me le quedé mirando como si yo llevara tres reyes y un pito con mano y me quisiese envidar. Por su parte, como si yo no estuviera y hubiera que realizarle el trabajo al sillón. Tiene una mirada inexpresiva, aunque mejor sería decir que no tiene mirada. El caso es que estaba pensando en lo vacío de su mirada cuando sonrió y aquello comenzó a ser extremadamente doloroso.
Cuando terminó la matanza me dijo que se había empleado a fondo para limpiar bien en todas partes. Pero a mi no me engaña. Le he pillado y él lo sabe. Y me lo hizo saber.
La próxima vez me pasaré el rato releyendo una y otra vez la palabra "Siemens".