miércoles, octubre 25, 2006

Cartas (II)

Fuimos los mismos.. Más viejos, quizás; más sabios, lo dudo. El aire cargado de deseo palpitaba en el hueco entre tu boca y la mia, pugnando por empequeñecerse, por diluirse en los pliegues de nuestros labios.

¿Porqué no te besé?- preguntó mi ansia a mi conciencia. ¿Porque aplaqué el fuego que me consumía al hundirme en el mar gris de tus ojos? ¿Qué me hizo abandonar el calor y el aroma de tu cuerpo, lanzándome al mundo huérfana de tu abrazo? ¿Qué fue? ¿Qué estúpida lucidez me convenció de que el tiempo me regalaría el olvido, la distancia el bálsamo para tu ausencia? ¡Qué engaño! Mis ojos, los mismos que te buscan en cada rincón de mi casa, aquellos en los que que tú mirabas en silencio reflejarse el calor de nuestro hogar, han visto pasar perezosamente las primaveras que debimos compartir... Y el consuelo no ha venido en mi auxilio. Ni tu recuerdo me ha abandonado estos años.

Cada día lanzo tu nombre al viento, y ruego porque lleve hasta ti mi voz, mi amor y mi angustia.

Y, ¡mira donde quedó mi orgullo!, cada noche lloro sobre el lecho que era nuestro y ahora no es de nadie, pues yo misma me siento extraña, huésped, tendida sobre estas sábanas, que son frías sin ti, que me cubren sin calentarme, que me recuerdan mi soledad hasta el alba...

Y te levanto tu exilio, que ha sido el mio de ti, que me ha alejado de aquello que debí reconocer como mi hogar, mi patria y mi refugio.

¡Vuelve! Trae contigo la luz, el calor y la alegría a este hogar vacío, a este corazón roto, a esta amante que siempre te ha esperado...

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