miércoles, enero 23, 2008

Pitufo 2 - Lavadora 0

Nunca me han gustado las tareas que implican ropa. Siempre he pensado que es algo engañoso, porque son labores que se encadenan. Si uno friega los platos, por ejemplo, los deja escurriendo, y ya está. Si necesitas un plato, puedes cogerlo directamente del escurridor. No hay nada más.

Todo fácil y cómodo. Si pasas la aspiradora, pues lo mismo. Recorres la casa con el run-run detrás, y cuando terminas, la dejas en su sitio, y te vas a ver la tele.

Pero.. Ains! Con la ropa siempre hay algo más... Primero, hay que separarla en montones, por colores, por tamaños, por tipos... ¿Se ha terminado ya? ¡Qué va!

Luego toca poner lavadoras, así que te acercas con el montón de ropa entre los brazos, llegas a la cocina, lo metes todo, vuelves a recorrer el pasillo para buscar ese calcetin que siempre se cae por el camino, regresas a la cocina, programas el aparatejo, echas jabón, suavizante, pastillita contra la cal, y aquello comienza con el flisss- flissss que te dice que empieza a soltar agua, mientras en la pantallita te dice que tienes que esperar una hora. ¿Y ya está? ¡Ni por asomo!

Cuando aquello deja de hacer ruidos, vuelves, lo pones todo en la silla, y te vas al siguiente paso... El tendal. Así que pinza va, pinza viene, ya tienes todos los calcetines y demás colgando al viento. ¿Eso es todo? ¡Ni de coña!

Suponiendo que no haya llovido, haces el paso inverso, esto es, de tendal a la silla, y te vas a la plancha. Para aquellos lectores recientes, mis experiencias con la plancha no son demasiado buenas. Aunque algo hemos mejorado con el tiempo, aún continúa existiendo ese odio supongo que ancestral contra Joseph W. Myers.

El caso es que después de darle al maquiavélico invento, uno tiene los montoncitos de ropa colocados en el salón. ¿Es esto el final?

Pues va a ser que no. Aún queda recoger toda la ropa, colocarla en los armarios y dejar todo en perfecto estado de revista. Exactamente lo mismo que pasar la aspiradora...

Pero en fin. Como algún día hay que hacerlo, la semana pasada, que por la mañana hacía bueno, me acerqué a la lavadora con mi montón de ropa y mi calcetín. Una vez aprendido el mecanismo del aparato, todo parece más sencillo, las cosas como son.

Dejé aquello dando vueltas y, confiado de mi, me volví a la sala a cacharrear con mi juguete nuevo.

Sin embargo, al cabo de un rato, dejé de oir el flissfliss, run, run. Algo huele a podrido en Dinamarca pensé.

Me acerqué cautelosamente hasta la cocina, y mis sospechas se confirmaron. Un símbolo desconocido se asomaba en el visor. F02, me lanzaba la lavadora en letras rojas.

La jodimos, me dije. Pero como en el fondo aquello no había explotado, supuse que todo tendría arreglo. Así que después de hacer cálculos mentales, y descartar la compra de una lavadora nueva (¡maldito Euribor!) rebusqué entre los papeles que se amontonan en la cocina, entre manuales del horno y recetas de platos que nunca tengo tiempo para hacer. Y allí, como la guía de una aventura gráfica, estaba el librillo de instrucciones de la lavadora.

Si aparece F02 en el visor. Perfecto. Aquello parecía sencillo. Una simple obstrucción en el filtro de la lavadora, que impedía completar el centrifugado. El autor del librillo, con mucho humor y bastante mala baba, aconsejaba poner un platillo debajo de la abertura, para recoger el agua que saldrá al abrir la lavadora.

Un platillo, decía el notas. Cuando abrí aquello, y empezó a salir agua a borbotones, me acordé del autor del librito, de su querida madre, y de parte de su parentela. Y cuando vacié el primer cubo de la fregona (5 litros), y seguí recogiendo agua, me volví a acordar, aunque con bastante menos cariño...

El resto, como suele decirse, es historia. Una vez limpio el filtro y colocado todo más o menos en su sitio, volví de regreso a la seguridad de mi sillón, donde lo único que hay que decidir es si pongo la Fox para ver los Simpsons, o Antena 3 para ver los Simpsons.

Y de eco, recordando mi victoria, el runnnnnnnn de la lavadora girando a todo galope, centrifugando como nunca. :-)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes toda la razón. No entiendo cómo sobrevivimos el resto de la humanidad. Es una cosa tan complicada lavar la ropa. Mejor no lavarla e ir oliendo a gorrino en maizal por ahí.

Pegasus dijo...

Hombre, yo te recomiendo que la laves. Aunque sea un coñazo...