lunes, enero 29, 2007

Llegada al mar

Esta mañana he vuelto a leer un poema de José Hierro, que enlaza perfectamente con lo que yo trataba de explicar en una entrada anterior. Aquí lo dejo, como complemento a aquello que intentaba hacer llegar..

Llegada al mar

Cuando salí de ti, a mí mismo
me prometí que volvería.
Y he vuelto. Quiebro con mis piernas
tu serena cristalería.
Es como ahondar en los principios,
como embriagarse con la vida,
como sentir crecer muy hondo
un árbol de hojas amarillas
y enloquecer con el sabor
de sus frutas más encendidas.
Como sentirse con las manos
en flor, palpando la alegría.
Como escuchar el grave acorde
de la resaca y de la brisa.

Cuando salí de ti, a mí mismo
me prometí que volvería.
Era en otoño, y en otoño
llego, otra vez, a tus orillas.
( De entre tus ondas el otoño
nace más bello cada día. )

Y ahora que yo pensaba en ti
constantemente, que creía...
( Las montañas que te rodean

tienen hogueras encendidas.)

Y ahora que yo quería hablarte,
saturarme de tu alegría...

( Eres un pájaro de niebla
que picotea mis mejillas. )

Y ahora que yo quería darte
toda mi sangre, que quería...

(Qué bello, mar, morir en ti
cuando no pueda con mi vida.)

1 comentario:

Lechuza dijo...

No hay forma mejor que expresarlo.
Tiene que ser extraño vivir en su sitio sin mar. No poder sentir la fresca brisa en verano, ni el olor de yodo y salitre. No poder oir la fuerza con la que rompes las olas, ni ver como cambia de plata a verde según esté el cielo que se refleja en su ora tranquilo, ola embravecido espejo.
Sentir que está ahí aunque no lo veas.