viernes, noviembre 17, 2006

Intersecciones (III)

Y ahora, ¿qué quieres que te diga?

Podría decirte que siempre estaré contigo, pero sabes que eso ya no depende de mi...

Ni siquiera puedo prometerte que te recordaré siempre. Llegará un día en el que, sentados uno frente al otro, no nos digamos nada, quizás porque ya nos lo hemos dicho todo, y lo que resta lo habremos olvidado, o nunca tuvo demasiada importancia...

Podría decirte que llegarán noches que pasaremos abrazados, rogando tú, rezando yo, por despertar recordándonos, pidiendo al cielo que nos preste la memoria y el recuerdo un día, unas horas más.

Podría, querría decirte que todo está a nuestro favor. Que tus hijos, y los míos, se alegrarían. Que lo que propones hoy aliviaría el dolor y la enfermedad mañana. Si, podría decírtelo. Pero no puedo mentirte.

Sin embargo, hoy sólo puedo responder que cuando tu mano ha rozado mi mejilla, y tus brazos han rodeado mi cuerpo, me he vuelto a sentir viva. Que al oirte decir que era hermosa, por un momento sentí, a la luz de ese jardín donde pasamos nuestras mañanas y nuestras tardes, un orgullo que creía ya inapropiado para mi edad. O que me has hecho pensar que un día siendo tu esposa, hace que merezca la pena el resto de mi vida.

Podría darte, darnos, mil razones para una negativa.

Pero quiero dormirme cobijada entre tus brazos, despreocupada de la visita de la muerte, ya cercana, y soñar acariciada por tus manos.

No hay comentarios: